viernes, 19 de junio de 2009

sábado, 6 de junio de 2009

La hija panochita

La hija panochita

Por: Kimberly Clark


Da una patada en el suelo y grita “Estás pinche operada del cerebro”, parece que ésa es su frase favorita porque cada vez que llego tarde o no llego, la dice. “Cómo crees tú que una señorita decente... aunque bueno, eso de que seas señorita ya ni siquiera me consta. Cómo crees que una pinche mocosa como tú, que no sabe ni limpiarse la cola, se tenga que estar quedando en casas ajenas. ¿Que no sabes que te pueden meter cualquier chingadera en lo que te tragas? Y tú, ni en cuenta. No me quiero ni imaginar lo hijos de la chingada que son esos con los que te juntas. Pinche prepa de malvivientes, nada más porque yo no tengo para pagarte una escuela privada que si no, ni Dios padre te permitiría entrar a uno de esos nidos de lacras” Por fin se calla un momento y toma aire, respira agitadamente. Su respiración siempre suena como si tuviera algo atorado entre la nariz, como un gran moco duro que no puede ni sacar ni meter a su cuerpo. Su cara está morada de coraje y su aliento apesta a alcohol. Fede no quita su mirada de la mesa mientras mastica su trozo de pollo rostizado. Después de unas cuantas respiraciones agitadas y alcohólicas de papá, se levanta y camina hacia la cocina, le sonrío a Fede para que deje de preocuparse, y él hace lo mismo, aunque de mala gana. Nunca me he podido ganar por completo la confianza de este niño. El crudo abre el refrigerador, saca una caguama Corona y la deja sobre el lavadero, se queda de pie un momento, mirando el refri, luego da dos largos pasos hacia el bote de basura y vomita y vomita y vomita, saca todo lo que se bebió anoche y lo que acaba de comer. Él sí puede ponerse hasta la madre de borracho todos los fines de semana pero yo no tengo derecho ni de ir a una fiesta con mis amigos de vez en cuando. Se limpia el hocico, tose, toma su caguama y regresa a la mesa.
Todos nos quedamos callados por un momento, papá ve la televisión mientras mastica y hace esos ruidos de marrano, respira una vez más y dice, casi para sí mismo “Una hija mía debe darse a respetar, mujerzuelas hay un chingo allá a fuera, si hubiera querido eso no me hubiera casado ni tenido hijos, mujerzuelas hay donde sea”.
“Cuando estaba mi mamá también te metías con ellas”
“Cállate hija de la chingada, ¿Cómo me faltas al respeto?” Dice escupiendo un trozo de salchicha que cae en la mesa y brinca cuando da un puñetazo en la mesa. “Tú no tienes por qué meterte en la relación que teníamos yo y tu mamá. Cuando se murió eras una pinche mocosa que no entendía nada. ¡Y todavía lo eres!” Se calla otra vez, en la televisión hablan sobre la gente que vive en los cerros de Iztapalapa y no tienen agua este verano. “Y ahorita mismo, después de comer, vamos a ir a que te hagan una prueba. Te has de haber puesto tan hasta la madre que ni siquiera te has de haber dado cuenta si te hicieron algo, o quién sabe, a lo mejor y hasta tú misma lo provocaste” No digo nada. Desde aquella vez que me golpeó le perdí el miedo. Cuando iba caminando de la mano con Jacobo saliendo de la secundaria. Dijo las mismas palabras idiotas, me dio dos o tres puñetazos en la espalda, lloré un poco... pero no tanto como él; dos horas después, fue a tocar a mi cuarto, borracho, a pedirme perdón y luego se puso a llorar y a balbucear cosas con aliento a cerveza.
Como siempre, sus amenazas se le olvidan y prefiere beber varios litros de cerveza, y ver televisión.
Detesto que haga eso, pero es como un consuelo para él. Subo a mi recámara, me tomo una pastilla de clonazepam que me vendió Victor, me miro en el espejo, no me gusta tener ojeras, las cubro con un poco de maquillaje, aunque no sé si saldré el día de hoy, y no quiero tener problemas con papá en un lapso tan corto. De todos modos, el clona me va a tirar en la cama, más o menos en contra de mi voluntad, bien sabroso. Agarro uno de los libros que me prestó David anoche, tomo el de Pedro Almodovar y me acuesto, ajusto los audifonos a mis oídos y selecciono la carpeta de música electrónica. Me pongo a hojear el libro mientras canto en voz baja y luego me derrota el peso de mi cuerpo y de mis párpados, y me quedo dormida e inmóvil como una roca en medio del desierto.

Despierto y prendo la computadora. Abro el messenger; está Lola, mi tío el de Ciudad Valles, los de la prepa y dos que no sé quiénes son, entre ellos el mismo idiota que me agregó hace un mes y dice que me conoce y que sabe quién soy y que le gusto, según él.

Tormenta del desierto dice:
Hola bonita



Paty McNamara dice:
qué onda, ¿ya me vas a decir quién eres?



Tormenta del desierto dice:
No hasta que me enseñes lo que quiero por la webcam



Paty McNamara dice:
ok



Tormenta del desierto dice:
Te vi ayer en la fiesta, ibas medio tomada, y con tu novio... me imaginé todo lo que pudieron haber hecho cuando se fueron juntos de ahí.



Paty McNamara dice:
ok, no tengo novio



Tormenta del desierto dice:
Llevabas mayones y una falda morada, y una blusa de colores.



Paty McaNamara dice:
¿quién eres?




Tormenta del desierto dice:
Trabajas como mesera en un restaurante de la Roma, vas de lunes a sábado de once a ocho.



Paty McNamara dice:
me confundes. no soy quien buscas



Tormenta del desierto dice:
Patricia Alejandra Juárez Ortega. Tu hermano se llama Federico, tu papá Omar y tu mamá, que murió hace cuatro años, se llamaba Julieta.



Paty McNamara dice:
me llamo Elizabeth y vivo con mi marido, Mauricio, es ex pandillero y vendía drogas en Los Angeles y ahora trabaja para los zetas. por cierto, ya me voy que estamos por comenzar la misa a la Santa Muerte



Tormenta del desierto dice:
Puras pendejadas dices



Paty Mcnamara cerró sesión.



¿Quién podrá ser el idiota que está tras este juego? Que se vaya al diablo, no voy a caer en su juego, de seguro fue el pendejo de José, que siempre hace ese tipo de bromas idiotas, o... Fede. Pero no, Fede no, es demasiado apático. Son las ocho, no es muy tarde llamo a Fátima.
“Bueno”
“Hola mugrosa”
“¿Que pasó Pata?”
“¿Estabas dormida?”
“Pues sí, me estaba quedando dormida, acabo de llegar del trabajo”
“Oye, vamos a tomar un café”
“¿Ahorita? No puedo, a las diez tenemos que recoger al sobrino de mamá que viene de Perú, quiere que estemos todos presentes, yo no quiero, me caen gordos los peruanos, pero de todos modos tengo que ir”
“Es que alguien me está acosando por internet”
“¿Por internet?”
“Sí, no sé quién, sabe toda mi vida. ¿No eres tú verdad?
“Ay, claro que no, ya sabes que ni uso esas ondas”
“Chingá, entonces quién, se sabe toda mi vida. Ya me lo había hecho otras veces pero decía puras tonterías, que quería que me desvistiera por webcam y eso, pero ahora me sacó de onda, me dijo cosas que sólo yo sé. Y siempre me pregunta si salgo con alguien, si estoy enamorada, si soy virgen, imagínate”
“¿No será tu hermanito?”
“Eso pensé pero no... no creo.”
“Mh”
“Bueno... nos vemos luego, si sabes algo avísame. O si sospechas de alguien”
“Sale, adiós, y no dejes que... te... sigan molestando”
“Okey, nos vemos luego”

Cuelgo el teléfono y voy al cuarto de Fede. Abro, está jugando Play Station desde su cama y escucha a The Killers a todo volumen.
“¿Fuiste tú verdad, Federico?”
“¿Yo qué?” Dice sin dejar de atender su juego.
“No te hagas, eres tú el que me está diciendo de vulgaridades por internet”
“¿Qué? Pero si yo hoy ni me he conectado, no me chingues”.
“A ver, prende tu computadora, la voy a revisar”
“No, no ni madres, por qué” Dice y ahora si voltea a verme.
“Ándale, quiero ver” Viene papá, abre la puerta de su cuarto. Se escuchan sus pasos fuertes que vienen hacia acá.
Abre la puerta.
“A ver, qué chingados andas reclamándole a tu hermano? ¿quién te crees o qué? ¿crees que estamos muy contentos contigo, verdad? No llegas a dormir, te quedas con quién sabe quién, haciendo no sé cuantas cosas, y ahora crees que tienes el derecho a insultar a tu familia, y a meterte con su privacidad, ¿no? Deja de jodernos la vida, caray. ¿Por qué no te comportas como una señorita decente, carajo? ¿Te cuesta mucho?”
“Oye pero, esto es entre Fede y yo...”
“No me respondas. Lo que me faltaba, sígueme gritando, síguele faltando el respeto a tu padre. Ándale hija de la chingada.” Salgo del cuarto y papá sale tras de mí. “¿Hasta cuándo vas a dejar de dar problemas, Alejandra, hasta cuándo?” Se va a su cuarto y se encierra azotando la puerta. Entro al mío y me acuesto.

¿Quién carajo podrá ser? Una vez me dijo que mi cuerpo le encantaba, que era la adolescente más buena de toda Tacubaya, no sé si sea Fede, no creo...
Pero esto es distinto... Me conoce.
¿Y si me están vigilando?
Tocan a la puerta. Sólo Federico llama a la puerta, papá siempre grita. Le digo que pase.
“Yo sé quién es”
“¿Quién es qué?”
“El que te chamaquea por internet”
“¿Qué? ¿Eres tú, no?”
“No. Te digo y te lo compruebo, pero antes un favor”
“¿Qué?”
“No vas a querer...”
“Ya dime, no me tengas así. Me duele la cabeza, por favor”
“Consígueme una tanguita de Fátima, tú siempre estás yendo a su casa”
“¿Qué? Estás bien pendejo, hasta crees que voy a hacer algo así, qué asco. Además, ¿tú para qué quieres eso?”
“A la verga entonces, no te digo. Ahí te ves”
“Chingá... pinche enfermo, te lo consigo, pero dime quién es”
“¿Para cuándo me las traes? ¿Cómo sé que me las vas a traer?”
“Mira, voy siempre a casa de Fátima, por eso ni te preocupes, y siempre estoy en su cuarto, y ahí tiene su cesto y... ¡ya dime!”
“Es mi papá. Me lo dijo una noche que no llegaste, estaba bien pedo, dijo que te iba a sacar todo lo que has hecho, que algo te traías, que te portas como una libertina”
“¿Qué? Vete a la chingada Federico, no me vengas con tus pendejadas, no. Vete al diablo. Mi papá... eres un pinche enfermo, deberías ir a que te vea un sicólogo. No mames”
“Ah chingá, que es verdad. Yo no sé, me vas a pagar lo que me debes” Lo dice realmente molesto, aferrándose a sus palabras, como cuando dice la verdad.
Me regreso a mi recámara. Pinche chamaco idiota, ¿cómo se le ocurre decir eso?. Mi papá, que yo sepa, ni siquiera tiene messenger, aunque una vez... una vez lo descubrí revisando mi computadora, y varias veces me ha pedido mi correo aunque siempre le digo que no tengo. Pero no, es mi papá... bueno, aunque, así como es, quizá tampoco sea raro que intente estar enterado de lo que hago por todos los medios posibles... ¿pero para qué?
Me acuesto, apago la luz y enciendo la tele. Me gusta tener las cortinas cerradas todo el día, por la noche no se ve nada excepto la luz de la tele, como ahora. Veo a Los Simpson, un capítulo aburrido. Cuando termina, salgo del cuarto, voy al baño y me doy cuenta de que ya están todas las luces apagadas, sólo se ve un poco de luz en el espacio abierto de la puerta de papa, nunca la cierra porque está muy apretada, y hace mucho ruido al cerrar y al abrir; entonces, según él, si alguna vez entra un ladrón a casa, no haría tanto ruido al salir y sorprenderlo con su revólver.
Entro al baño, me bajo el pantalón con todo y los calzones y orino con la luz apagada. ¿Y si en verdad fuera papá el que me acosa por internet?
Me subo los pantalones pero no le bajo a la palanca del baño, para no hacer ruido. Salgo caminando en puntitas y llego hasta el cuarto de papá. Se escucha la televisión, está viendo noticias. Pero también se escucha otro ruido, un ligero rechinido en la cama y esa respiración de mocos petrificados que intentan salir o entrar pero siguen ahí, en la enorme nariz de mi papá: GGGNNNNRRRRR, GGGGNNNNNNNNRRRRRRRR, GGGGGGGNNNNNNNNNNNNNNNRRRRRRRRRR AAAHHH, OOOHH. Abro la puerta despacio, lo que veo me hace dar la media vuelta enseguida, es papá masturbándose viendo porno en inter... ¿porno? Vuelvo a abrir la puerta, despacio, y logro ver exactamente lo que hay en la pantalla. ¡SOY YO! Está un video en el que me cambio de ropa, pero el cerdo pausa cuando me quito el bra, recuerdo ese día, llegué del trabajo pensando que estaba sola y me cambié para ir a ver a Fátima, luego otro video donde estoy bañándome y uno más orinando. No sé cómo pudo haber tomado las imágenes en el baño. Es un maldito cerdo. ¿Cómo es posible?. Se limpia la mano en un pañuelo que luego arroja al piso. Cierra los videos y abre su bandeja de correo. Escribe uno, no alcanzo a ver lo que dice porque está demasiado lejos, pero puedo ver más o menos la extensión del texto. Pinche pervertido. ¿Cómo pudo hacerlo? ¿Cómo no me di cuenta? Es un hijo de la chingada, maldito marrano, con razón es tan obsesivo conmigo. ¡Me quiere para él! Qué miedo. Me voy rápidamente hacia mi cuarto, mis lágrimas salen y no sé si sean por decepción, por repugnancia, por miedo, no sé. Abro mi correo electrónico, hay un nuevo mensaje:

De: Tormentor
Domingo 8 de junio. 11:16 pm

Hola panochita dulce y salada, arrugadita y joven. Te tengo en la mira. ¿Sigues sin saber quién soy? Ja ja. Ya me estoy cansando de jueguitos idiotas y de conversaciones estúpidas. Tarde o temprano vas a ser mía. Si no me crees, lo comprobarás. Ya sabes que conozco todos tus movimientos, y sabes bien lo que cierta gente puede hacer con ese tipo de cosas: violaciones, robos, secuestros. Pero no te pido mucho. Simplemente, de hoy en adelante me pondrás todas las noches tu web cam, y te vas a masturbar frente a mí. De lo contrario... cuídate. Ah... por cierto, mañana vas a salir a trabajar a las 10:15 de tu casa, en la cual a esa hora nunca hay nadie. Y mañana tampoco. Te conectas por la noche, belleza.
ATTE: Tormenta del desierto




Es él, no cabe duda, es el mismo correo y mandado exactamente a la misma hora. Me acuesto en mi cama y miro hacia el techo. Me tomo tres pastillas de Rivotril y espero el efecto. Ahora sólo puedo hacer dos cosas, largarme de aquí, y... pagarle a Federico, que no mintió.

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